¿Cuál es la esencia de adaptar una obra literaria a un género bastardo como la historieta?
Visto desde el mundo de las letras, la empresa de adaptar un texto, en este caso tan denso como cualquiera de los de Onetti, provoca cierta extrañeza. A veces no se percibe el objeto de acarrear contenidos, imágenes y recursos retóricos que ya se consideran exitosos a un nuevo medio en el que, con suerte, no serán más que un reflejo de lo que eran. Transformar una descripción literaria de un rostro o de un ambiente en un dibujo parece una reducción en el volumen de información. Y llevar un cuento de cuatro mil palabras a apenas 10 carillas de historieta parece una tarea propia del Reader's Digest. Para quienes son ajenos al mundo del relato gráfico o "historieta" (un diminutivo por el que tengo un inexplicable cariño), sigue siendo cierto que mil palabras valen más que una imagen.
No quiero decir que esta visión sea errónea. Creo que es tan válida como la que tenemos quienes hacemos historietas.
Visto desde el mundo del "comic" (anglicismo que es mejor no traducir), la adaptación de obras literarias ha sido siempre una forma de legitimar nuestro medio. Es una especie de prueba de admisión al mundo de las letras. Si una historieta es capaz de trasmitir el contenido de un cuento de Onetti, entonces quién se atreve a llamarla de "género menor".
Por otro lado, hay quienes destacan el valor de difusión que tienen las adaptaciones. Partiendo del supuesto que las obras literarias de fuste son difíciles de abarcar por un lector promedio, una historieta puede ser un escalón menos empinado, paso previo al disfrute de la verdadera creación literaria.
No vale la pena discutir sobre la jerarquía de los géneros artísticos. Creo que a esta altura del siglo XXI nadie necesita demostrar nada. Me preocupa más la segunda suposición, que los hechos demuestran que es falsa. Hay personas que leen mucho y personas que leen poco. Hay quienes desde niños devoran libros de cualquier tamaño y quienes sólo leen historietas toda su vida. Hay quienes leen todo tipo de géneros y quienes se limitan a los más fáciles de leer. Y no siempre una historieta es fácil de leer.
Opino que un relato gráfico debe tener valor artístico en sí mismo, no como puerta de entrada ni como versión taquigráfica de una obra mayor.
¿Qué me llevó entonces a encarar la adaptación de un cuento de Onetti a historieta? Fue más que nada un ejercicio de lectura. Mediante la lectura atenta, buscando lo implícito y lo sugerido por Onetti, elegí algunos hechos y los dispuse en 10 páginas, rodeándolos de otros hechos e imágenes de mi propia cosecha, buscando dar pistas sobre mi lectura personal del cuento.
Quizás la idea principal que quise mostrar es el contraste entre dos mundos, uno dinámico y confiado en sí mismo y otro dubitativo y conservador. El hecho que ese Hamburgo tecnológico fuera el de 1900 y no el de la segunda mitad del siglo XX me pareció una genialidad de Onetti, con su capacidad para orillar los lugares comunes sin caer nunca en ellos.
La historieta tiene sus propias reglas. Si bien acepta diferentes tipos de discurso, su ritmo narrativo está marcado por la acción de los personajes. No sería para mí una buena adaptación aquélla en que los personajes no hicieran nada y se limitaran a hablar. Este cuento es el relato de un "sucedido"; el narrador desaparece dejando lugar a la acción que ocurre en su memoria. Quedan los hechos, que como aclara el propio narrador "no significan nada", porque siempre habrá algo detrás, hasta el fondo definitivo que no alcanzaremos nunca.